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El enigma del Dry Martini y la suite que lo celebra en The Knickerbocker

MADRID 13 Ago. (EUROPA PRESS) -

En el corazón vibrante de Manhattan, donde la historia se mezcla con el bullicio moderno y el lujo se entrelaza con el arte urbano, se alza un ícono inconfundible de la hotelería neoyorquina: The Knickerbocker Hotel. Estratégicamente ubicado en la emblemática intersección de Broadway y la calle 42, este hotel no solo ofrece hospitalidad de alto nivel, sino que también es guardián de historias fascinantes que han marcado la cultura de Nueva York.

Uno de sus relatos más encantadores, y sin duda el más glamoroso, es el que lo vincula con la creación de uno de los cócteles más legendarios del mundo: el Dry Martini. Según cuenta la leyenda, fue dentro de estos muros donde se sirvió por primera vez esta mezcla elegante y sofisticada que hoy simboliza el arte del buen beber.

Para rendir homenaje a esta herencia única, el Knickerbocker ha creado una experiencia que va más allá del alojamiento: la Martini Suite. Este exclusivo espacio ha sido diseñado para capturar la esencia del cóctel que representa la elegancia atemporal.

Desde sus interiores sofisticados, donde predominan los tonos plata, negro y cristal, hasta los detalles cuidadosamente seleccionados --como una coctelera vintage, una selección curada de ginebras premium, y arte inspirado en la era dorada de los bares neoyorquinos--, cada rincón invita al huésped a sumergirse en el misterio, la clase y el espíritu rebelde del Dry Martini.

La suite no es solo un lugar donde dormir, sino un escenario donde revivir la historia y dejarse llevar por el encanto de una bebida que ha conquistado paladares por más de un siglo.

El Knickerbocker, construido por el magnate John Jacob Astor IV, abrió sus puertas en 1906, convirtiéndose rápidamente en un templo de opulencia y el epicentro de la vida social de la élite neoyorquina durante la Belle Époque. En sus lujosos salones, bajo su impresionante cúpula de cristal y entre decoraciones de mármol y pan de oro, nacieron muchas historias.

Pero, ¿cuál es el verdadero origen del Martini?. La historia es un debate entre historiadores de la coctelería. Algunos sugieren que el cóctel Martinez de California, a finales del siglo XIX, fue la inspiración original. Otros apuntan al famoso barman Jerry Thomas en San Francisco en la década de 1860, que publicó una receta similar en su libro 'Bartender's Guide'.

Sin embargo, The Knickerbocker mantiene una de las anécdotas más queridas y extendidas sobre la invención del Dry Martini. La leyenda cuenta que, a principios del siglo XX, un camarero del hotel llamado Martini di Arma di Taggia sirvió la bebida al famoso multimillonario John D. Rockefeller en 1919.

La preparación consistía en ginebra, vermut seco y, en sus inicios, un toque de naranja. La aceituna, un detalle que lo cambió todo al añadir una dimensión amarga y salada, fue introducida por John O'Connor, camarero del hotel Waldorf Astoria. Esta evolución lo alejó del vermut aromático hacia un sabor más seco.

El Dry Martini se hizo increíblemente popular y se convirtió en un símbolo de civilización y sofisticación. El propio Rockefeller lo prefería con London Dry Gin, vermut seco, bíters, piel de limón y una única aceituna.

Curiosamente, una de las leyendas urbanas más fascinantes dice que el Martini se inventó en el metro de Nueva York. Ello explicaría la conexión del hotel con una puerta secreta en la estación de metro de Times Square (en el extremo del andén de la vía 1 de la línea S entre Grand Central y Times Square-42nd Street, justo al lado de la salida hacia la 42nd Street), que antiguamente llevaba directamente al bar del Knickerbocker. Esta entrada blanca seducía a los usuarios del metro que necesitaban un trago antes de volver a casa en el periodo de la Ley Seca.

A lo largo de la historia, el Dry Martini ha capturado la imaginación de figuras célebres, elevando su estatus cultural.

El escritor Ernest Hemingway en su novela 'Adiós a las armas', hace que su protagonista, Frederick Henry, elogie el Dry Martini del que decía que tenía un sabor "fresco y limpio" y le hacia "sentirse civilizado". No es de extrañar cuando el mismo escritor fue otro amante del trago, aunque lo preparaba de una forma muy peculiar: 15 partes de gin y solo una de vermouth (cuando la receta clásica es de 2 a 1).

Winston Churchill, prefería su Martini con "muy muy muy poco vermut, casi que la ginebra lo viera desde lejos", reflejando su gusto por un trago fuerte y directo. En cambio, James Bond, el agente 007 creado por Ian Fleming --quien también era un gran fan del cóctel-- popularizó el Vesper Martini, una variante que lleva vodka además de ginebra, y lo pedía siempre 'shaken, not stirred' (agitado, no mezclado), frase que quedó para la posteridad como símbolo de sofisticación y estilo.

El Martini también encontró admiradores en el mundo del arte y la cultura. Enrico Caruso, el famoso tenor de ópera, fue un habitual del Knickerbocker Hotel en Nueva York, y entre los asiduos del Dry Martini en ese mismo lugar estuvieron también figuras como F. Scott Fitzgerald, autor de El Gran Gatsby, y estrellas del cine y la literatura como Marlene Dietrich y William Faulkner, quienes disfrutaban de esta bebida clásica.

Después de un largo período como edificio de oficinas (de 1921 a 2015), The Knickerbocker resurgió de sus cenizas en 2015 tras una meticulosa restauración.

Hoy, este hotel boutique ofrece 330 habitaciones y 27 suites, diseñadas para ofrecer una experiencia de lujo contemporáneo. Entre ellas, la Martini Suite se erige como un tributo a la bebida que, según la leyenda, nació entre sus paredes.

Ubicada en el piso 15, esta suite de 65 metros adrados con una cama King size, ofrece vistas espectaculares de Times Square. Su diseño es elegante y sofisticado es todo un guiño a la historia del Martini que se pueden disfrutar del cóctel en la privacidad de la habitación, con herramientas premium y todo lo necesario para mezclar el Martini perfecto.

La suite incluso cuenta con cristalería de Waterford de las colecciones Lismore Diamond y Lismore Diamond Essence, una reinterpretación moderna del clásico diseño de los años 50, tan atemporal como el propio Martini.

En 2024, The Knickerbocker celebró con orgullo el Año del Martini con una serie de experiencias únicas que elevaron el arte del Martini a nuevas alturas: eventos temáticos, servicio exclusivo en habitaciones, carritos de Martini junto a la mesa, y un rooftop transformado en un vibrante jardín de sabores y aromas inspirados en el icónico cóctel.

El epicentro del hotel newyorkino fue el Martini Lounge, situado dentro del restaurante Charlie Palmer Steak IV, donde la historia cobró vida en cada sorbo. Aquí, los huéspedes pudieron degustar la receta original del dry martini, preparada en directo y acompañada de un delicado bocado de caviar, cortesía del chef Adam Raksin. Pero la experiencia fue más allá: en el bar St. Cloud Rooftop, la coctelería se fusionó con el paisaje urbano en un jardín efímero que celebró la botánica del Martini.

Para los verdaderos aficionados, el hotel ofrecía clases magistrales de Martini impartidas por renombrados bartenders y mixólogos internacionales, iniciadas por el historiador y experto en cócteles David Wondrich.

Su conocimiento también ha quedado inmortalizado en un exclusivo libro que explora la evolución del Martini y el papel crucial que The Knickerbocker ha jugado en esa historia.

Visitar The Knickerbocker no es solo alojarse en un hotel de lujo; es realizar un viaje en el tiempo, revivir la Belle Époque y, por supuesto, degustar un Dry Martini en el lugar donde, según la leyenda, todo comenzó. Es una invitación a formar parte de un legado histórico y crear sus propias historias en el corazón del mundo.

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