MADRID 22 Oct. (EUROPA PRESS) -

Son pequeñas, ligeras y casi siempre acaban en la basura. Las bolsas de gel de sílice acompañan a multitud de productos nuevos -desde calzado hasta dispositivos electrónicos-, pero pocos saben realmente cuál es su función. Aunque a simple vista parezcan insignificantes, cumplen un papel fundamental para preservar los materiales frente a la humedad.

Este tipo de bolsas actúan como un escudo invisible contra la condensación, un problema que puede dañar textiles, componentes metálicos o circuitos electrónicos. Por eso los fabricantes las incluyen de forma rutinaria en cajas, fundas o estuches, especialmente durante el transporte o el almacenamiento prolongado.

En su interior contienen gel de sílice, un material inerte y poroso capaz de absorber la humedad del aire sin alterar su entorno. Se trata de un compuesto seguro y estable, aunque en algunos casos incorpora un aditivo que cambia de color según la cantidad de agua que ha retenido.

El gel de sílice -también conocido como dióxido de silicio (SiO2)- se presenta en forma de pequeñas esferas o gránulos que atrapan el vapor de agua del ambiente. Según el National Capital Poison Center de Estados Unidos, este material "no es tóxico, inflamable ni reactivo", lo que lo convierte en una opción segura para proteger productos sensibles a la humedad.

Su uso es común en zapatos, bolsos, equipos fotográficos, medicamentos o productos electrónicos, donde ayuda a mantener la integridad de los materiales. En condiciones adecuadas, una pequeña bolsa puede absorber su propio peso en agua sin descomponerse, de ahí su eficacia como desecante.

Algunos sobres de gel de sílice incluyen un indicador de humedad, una sustancia química que actúa como señal visual para saber cuándo el material ha alcanzado su límite de absorción. El más habitual es el cloruro de cobalto, un compuesto que cambia de azul (cuando está seco) a rosa (cuando está saturado de humedad).

Este aditivo es el responsable de las advertencias de "no ingerir" que acompañan a las bolsas. En concentraciones tan pequeñas, no representa un riesgo para la salud, pero sí explica por qué es importante mantenerlas fuera del alcance de niños o mascotas. El cambio de color no solo tiene una función estética: indica que el gel ya ha cumplido su propósito y debe regenerarse o sustituirse.

Aunque están pensadas para proteger productos nuevos, estas bolsas pueden tener una segunda vida muy práctica en el hogar:

Cuando las bolsas cambian de color, pueden regenerarse fácilmente colocándolas al sol o en el horno a baja temperatura (no más de 100 °C) durante una hora, lo que permite evaporar la humedad acumulada y reutilizarlas varias veces.

Conviene almacenarlas en un frasco o caja hermética hasta su próximo uso y desecharlas siempre si el sobre está roto o deteriorado. Aunque el gel es inocuo, el pequeño tamaño de las bolsas puede suponer riesgo de atragantamiento, por lo que deben mantenerse fuera del alcance de los niños.