El fin de curso viene acompañado de muchas emociones. Por un lado, la alegría de saber que llegan las vacaciones más largas de todo el año y que los días de playa, piscina y diversión van a ser los protagonistas. Por otro, la emoción de recibir las notas finales, donde se ve reflejado el trabajo realizado durante todos estos meses. No obstante, en muchos casos, las notas también acaban trayendo cierta decepción, ya que no todos los niños y niñas consiguen lograr los resultados académicos que esperaban y esto acaba provocando tristeza y convirtiéndose en un reto, tanto para los estudiantes como para sus familias.
Ahora bien, ¿qué podemos hacer los padres y madres cuándo las notas no reflejan el esfuerzo y trabajo realizados o, directamente, son la evidencia de una falta de motivación? Sin duda, en este punto, la inteligencia emocional jugará un papel esencial y acompañar a los niños, emocionalmente hablando, cambiar el foco del fracaso por la oportunidad, así como reforzar su autoestima serán claves para sobrellevarlo de la mejor forma posible.
Así pues, lo primero que debemos hacer es validar sus emociones sin juzgarles. Escuchar y validar lo que nuestros hijos sienten será una pieza fundamental en su desarrollo, tanto emocional como personal. Puede que, tras unas notas peores de lo que esperaban, estén tristes, frustrados o enfadados. Estas emociones también son válidas y forman parte de su aprendizaje como personas. Por ello, es muy importante que les brindemos nuestra comprensión, que les apoyemos y entendamos cómo se sienten y les invitemos a que lo compartan con nosotros, sin miedo a ser castigados por ello.
Por otro lado, separar el valor personal de las notas también será muy importante. Debemos hacer hincapié en que sus valores como personas no dependen de sus notas. Por supuesto, las calificaciones reflejan un resultado en distintas materias, pero no definen quiénes son, ni si quiera su potencial académico que, por supuesto, siempre se puede mejorar. Por ello, debemos tener claro que, si hay esfuerzo de por medio, no podemos transmitirles que un suspenso es un fracaso vital, sino una alerta de que hay algo que debe mejorar o que, incluso, el esfuerzo no ha sido suficiente. Así que, para motivarles, será clave fomentar su autoestima, valores y esfuerzos.
Analizar el transcurso del curso, desde un punto de vista constructivo, también será muy importante. Tras las primeras emociones al recibir la nota, es importante que nos sentemos con nuestros hijos para hacer, junto a ellos, un repaso del curso y analizar juntos qué asignaturas les han resultado más complicadas, cuál ha sido su método de estudio, o ver qué no ha funcionado y por qué. Por supuesto, este análisis debe hacerse desde la comprensión, en un tono de diálogo, y jamás desde el reproche o el enfado, ya que el objetivo no puede ser otro que identificar los fallos y poder aprender de ellos, organizando un plan de mejoras de cara al próximo curso.
Cabe destacar que, en todo momento, hablamos de un esfuerzo que no ha obtenido los resultados deseados. Por ello, más allá de las notas obtenidas, debemos valorar el esfuerzo que ha habido detrás y analizar si ha sido suficiente y cómo se puede mejorar. Valorar el trabajo realizado y la perseverancia, ayudará, sin duda, a entender que el aprendizaje es mucho más que una nota y, con esto, conseguiremos, además, reducir el miedo al fracaso, que muchas veces actúa como bloqueo.
Por lo tanto, establecer objetivos reales y alcanzables, será un punto clave en todo este proceso de mejora de cara a su futuro académico. Estos objetivos deben ser realistas y debemos adaptarlos a su edad y situación. Podemos ver con ellos distintas opciones, como dedicar más tiempo a las tareas o estudio o reforzar aquellas asignaturas que les motiven menos. Estas metas deben ser realistas y, con ellas, debemos conseguir generar la sensación de progreso. Además, si las dificultades persisten, siempre podemos buscar apoyo externo, como profesores particulares o, incluso, valorar la opción de ir a terapia, ya que muchas veces, detrás de un bajo rendimiento académico, hay factores que influyen como la ansiedad o problemas de autoestima. Por ello, detectarlos y tratarlos a tiempo, será esencial para conseguir que los niños y niñas evolucionen, a nivel académico, pero también personal.
Ahora, que llega el verano, el descanso y las vacaciones, es importante que los niños y niñas también puedan disfrutar de todo ello. El descanso, el juego y las actividades lúdicas, son una parte fundamental de su desarrollo, así que, aunque haya asignaturas que reforzar, también es momento para desconectar y fortalecer vínculos familiares o practicar habilidades sociales.
Es evidente que no todos los finales de curso son brillantes, pero, sin duda, todos ellos son una oportunidad para aprender, superarnos y crecer como personas. Efectivamente, nuestro papel como padres o madres no es evitar que nuestros hijos fallen, sino ayudarles a que de los errores se aprende y a fomentar en ellos la confianza y capacidad de superarse. Esto, por supuesto, solo será posible si lo hacemos desde la empatía, el acompañamiento y la comprensión.
Beatriz Bacaicoa es profesora de Bachillerato del Colegio Europeo de Madrid.
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